VEINTE AÑOS DENTRO DEL ENEMIGO
Me tomo
la licencia de publicar este
articulo que le seguirán otros
más…bajo el principio de que Honrar
, honra y hay deudas
que nunca se podrán pagar…me tome la licencia de introducir algunos paréntesis implicatorios
adicionales…
Artículo de la Revista
Moncada de Cuba de fecha 14 de Marzo de 1981, escrito por:
Jorge Petjnaud y fotos de
Jorge Cervantes
Miembro de la primera célula clandestina que tuvo
el Partido Comunista de Cuba en las Fuerzas Armadas, Pedro Felipe Leal enfrento
numerosos peligros entre 1930 y 1952 para defender la causa del proletariado
desde las filas de la Marina de Guerra burguesa
La réplica del yate
Granma que llevo al cosmos el coronel
Arnaldo Tamayo Méndez durante el primer vuelo espacial conjunto soviético
cubano, nació de la manos de Pedro Felipe Leal Peña , viejo carpintero de
ribera y constructor de piezas en miniaturas, a quien quise entrevistar
acerca de esa técnica.
Y Cuando averiguaba como
encontrarlo mas allá de la bahía , en su nata Casablanca , un
compañero del Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución
Socialista, me informo que este había permanecido infiltrado por más de veinte
años en la Marina de Guerra burguesa. Entonces cambio el sentido de este trabajo
periodístico.
-Mi Ingreso ocurrió el
primero de abril de 1930, puntualiza.
Todo comenzó una tarde de
ese año, en el cerro. Felipe Leal y otros miembros de la Liga Juvenil Comunista
participaban en una reunión, en la cual luego de previa explicación:
“! Y el que se sienta
verdadero comunista debe ingresar en Las Fuerzas Armadas de Machado!”
-Uno se alistaba en
cualquier lugar, y de inmediato lo aceptaron afirma el veterano.
Leal formaba parte de la LJC
(Liga Juvenil Comunista) desde finales del 1929; antes había sido miembro de
la Liga Antiimperialista y del Consejo
Rojo Internacional. Aun no rebasaba los
veinte años.
La primera misión que
cumplió dentro de la Marina fue
acercarse a los aforados de mejores cualidades humanas y políticas, con vista a
captarlos e incorporarlos a una de sus jóvenes células. Estas no debían
conocerse por razones obvias.
_ Pero la inexperiencia
nos hizo cometer errores: Los domingos por la tarde salíamos de gira vestidos
de uniforme, y nos reuníamos en la Ermita de los Catalanes, donde radica hoy la
Plaza de la Revolución, para conspirar. A las faldas de esa loma concurría
mucha gente, ante quienes podíamos quemarnos.
Tal ingenuidad fue analizada críticamente, y de las experiencias
adquiridas se trazaron lineamientos que perfeccionaron la actividad clandestina, en años posteriores se elimino hasta la
estructura de células y de las misiones fueron cumplidas mas secretamente.
Nuestra permanencia en
las Fuerzas Armadas Burguesas facilitaba al partido una amplia información.
Esto resulto muy beneficioso hasta 1959.
Leal recuerda un ejemplo:
-
El 23 de
diciembre de 1931, fueron detenidos cuatro militantes por una delación; los
condujeron a La Cabaña para luego trasladarlos al presidio de Islas de pinos.
Entre los planes del régimen figuraba aplicarles “La ley de fuga” en Batabano y
asesinarlos.
Un comunista infiltrado
en La Cabaña lo comunico, y el partido
le oriento que tan pronto conociera la fecha avisara a Pablo Roque, Pedro Felipe leal.
Una tarde este se
apareció en la granja del Capital Calzadilla, uno de los jefes del Distrito
Naval Norte donde Leal trabajaba.
Yo hablaba con
Calzadilla, y al ver acercarse el militar, sobre el cual me habían alertado, me
aparte.
-¿Es usted Pablo Roque? ,
me indago.
-¿Y Tu Guanajita?, le respondí
la contraseña.
Entonces me informo que
en dos días los iban a traer hacia Batabano.
Las mujeres eran el punto
débil de Calzadilla, y por ahí lo ataco Leal:
-Capitán, este soldado y
yo tenemos relaciones con dos mujeres casadas, y solo podemos salir con ellas
esta tarde. Si le es posible autoríceme y présteme algún dinero.
Le dio cinco pesos y le
permitió ausentarse por veinte cuatro
horas. Antes de que ese plazo venciera, ya el Partido había iniciado una gran
campaña que salvo a los cuatro conspiradores.
ANTE LOS TRIBUNALES
Esa misma tarde, recibió
la señal de que debían recoger cierta propaganda en la calle Luz, en la Habana.
-Llevamos el material y
después lo distribuimos. Muchos lo recogieron de noche en mi propia habitación,
otros de menos confiabilidad lo recibieron en lugares prudenciales.
Al amanecer, el Distrito
Naval del Norte parecía un colegio electoral lleno de pasquines marxistas:
Estos aparecían en los arboles, las paredes y hasta en algunas unidades como el
Cuba y el Patria allí fondeadas.
-Me arrestaron, pues un
tal Manzanillo le dijo al Coronel
Villegas, Jefe del Puesto, que yo había estado en “Movimientos raros”. Este me entrego a un
teniente y le ordeno registrar mi
cuarto. Tenía un artículo para El centinela,
periódico mimeografiado por el Partido para los marineros, por lo cual me creí
perdido.
Por suerte entre los designados
para el registro hallaba un Sargento de apellido Hidalgo, quien con el pretexto
de darle un cigarro al detenido le pregunto de
soslayo:
-¿Tienes algo comprometedor?
-Un artículo bajo un
muelle de los peinazos de la puerta.
Esa aclaración libro de
cargos a Leal por un tiempo.
Pero después encontrándose a un preso los arrestados en
Diciembre de 1931, fue ubicado en la celda de estos el traidor Soler, fusilado por el Directorio Estudiantil Universitario a la
caída de Machado.
Soler obtuvo en la
prisión informes acerca de muchos infiltrados en los cuerpos armados, luego los
denuncio y alerto al Gobierno acerca de una rebelión que estos fraguaban en
coordinación con los nacionalistas y otros elementos.
Leal y otros sesenta y
dos conspiradores fueron arrestados el 15 de julio de 1932 y encerrados en La
Cabaña por más de seis meses.
-Esto culmino con un
Consejo de Guerra por dos causas:
Concierto de Rebelión en la cual yo estaba encartado, y otra por hurto de
armas, en la que quisieron implicarme.
A machado no le convenía
darle curso a la primera para que los yanquis no se percataran de que las tropas
estaban contra él, por eso llevaron solo a juicio la segunda acusación.
A otro individuo y a mí
nos ofrecieron la libertad a cambio de que acusáramos ante el tribunal a los
encartados. Me negué, aunque sabía que ellos se habían robado las armas descaradamente
para venderlas. El otro acepto y lo soltaron días antes del juicio.
En el Consejo de Guerra
declare desconocer quién y cómo había hurtado los Springfield, entonces llamaron al traidor y
propiciaron un careo entre él y yo.
“Ese es un comunista y
aunque lo maten no delatara a nadie”
dijo con odio.
Me llene de ira- Dice el
viejo sonrojándose- y trate de golpearlo con mi taburete, pero los centinelas
me lo arrebataron. Le dije horrores, y me agregaron dos causas por
insubordinación.
Un Capitán del ejército,
defensor de otro acusado, me indicaba que me callara, pues me estaba
complicando más, pero me indignaban la vileza y el miedo de tal personaje.
Acusaban a Leal porque se
había negado a testimoniar contra los
otros detenidos a cambio de su absolución.
-¡Esa canallada yo no la
ejecuto!, afirmo en la sala al referirse a la ilegal propuesta del instructor
de la causa.
El Capitán defensor pidió
entonces la palabra y paseándose de un lugar a otro hizo una breve intervención
en la cual felicito a la Marina de Guerra por contar entre sus filas con
hombres dignos y valientes como el alistado Leal.
-Me sacaron de las Fuerzas Armadas, pero aquel proceso
fortaleció el prestigio del Partido entre los marineros.
El 4 de septiembre de
1933 al ocurrir el golpe de los estudiantes, los Sargentos y alistados, regreso a La Armada
cumpliendo orientaciones partidistas.
DE NUEVO ENTRE EL ENEMIGO
-Aquel día citaron a
todos los que habían estado presos.
Muchos pidieron grados de
alférez de fragata, de navío, de sub-oficial, todos anhelaban mayor jerarquía.
-Yo no tenía
orientaciones del Partido al respecto y además, mi preparación cultural era
pobre, igual que la de otros que allí se encontraban, por eso pregunte si se
trataba de una Revolución o de un asalto a las
barras. La mayoría era gente incapaz de dirigir un barco desde el puente
de mano.
Pedí que me dejaran en lo
que más me gustaba: La carpintería, y allí quede como cabo.
La organizacion le
critico después no aceptar un puesto de mayor envergadura por la utilidad de
este desde el punto de vista informativo.
-Muchos de aquellos oficiales
devinieron esbirros y tránsfugas corrompidos, aunque hubo honrosas excepciones
como la de Gonzalo Miro y otros camaradas, quienes siempre fueron cuadros del
Partido en esta rama rememora el viejo luchador.
Al regresar a la Marina
de Guerra, Leal continuo participando en tareas propagandistas, como la confección
y distribución del El Centinela. Al
respecto advierte:
-A través de este órgano
muchos supieron que existía un Partido marxista leninista, cuya misión
fundamental era velar por los intereses de los humildes, entre ellos los
alistados, aunque a veces para distribuirlo incurríamos en ingenuidades.
En ocasiones lo enviaron
por correo a oficiales y muchos de estos se quejaban ante los jefes y
amenazaban a la tropa.
Por eso cuando Sánchez
Herrera le ocuparon en su unidad abundante literatura marxista y el ultimo numero del periódico, se formo tanto
vuelo que hasta el jefe de la Marina, el
coronel Del Leal concurrió al Distrito.
Se organizo un Consejo de
Guerra y todos esos documentos fueron condenados a la hoguera. LEAL TESTIMONIA:
-Ejecutaron un auto de
fe, como en la edad media. Ese día le ordenaron a una escuadra que limpiara
bien el área próxima al mangle. Llevaron dos latas de
gasolina de cinco galones cada una, envolvieron los documentos en
una frazada nueva, los empaparon uno a
uno y los incendiaron.
Toda la oficialidad
estaba ubicada en actitud solemne en torno a la
pira y en eso llego un coronel muy ordinario y liberal de apellidos
Dalmau, quien le dijo sardónicamente al coronel Gonzales, jefe de ceremonial:
“! Oiga, pare ese acto!!
Hay que buscar al párroco de Casablanca para que de fe de la incineración!”
A Gonzales no le gusto el
chiste, pero rompió la solemnidad
de su rostro con una tímida risa de subordinado, mientras su mirada
amenazadora prohibía a las clases y alistados burlarse abiertamente de aquel
auto de fe.
De todas formas, la
influencia revolucionaria era
indetenible en esos momentos en la Marina de Guerra:
-Otra vez un enlace nos
aviso que en el cine Bélgica iban a proyectar una película de los marinos rusos
en la Revolución, esto se difundió entre nuestra tropa. Se despertó gran
interés en el filme.
Coincidió la proyección
con un día de cobro y todos los marinos fuimos a verla vestidos de blanco. Se
formo tal movimiento, que el Estado Mayor fue notificado y se inicio una investigación,
porque mientras se proyectaba, todos los
francos iban a verla.
Y a eso contribuyo la
propaganda que acerca de la película. El
Acorazado Potemkin. Había realizado El Centinela. Por ello considero que los
marinos eran gente politizada.
HASTA MARZO 1952
Pedro Felipe Leal decidió
casarse, y por tal motivo pidió un mes de licencia el 9 de junio de 1934. Una semana después, una
bomba hacia explosión a pocos metros del
reaccionario presidente Carlos Mendieta Montefur, quien participaba en un
banquete en el Distrito Naval del Norte.
Y Cuando el carpintero
quiso reincorporarse al concluir el tiempo de permiso, se encontró que estaba
excluido de la Armada como presunto autor del atentado.
-No podía quedarme
cesante pues ya tenía un hogar bajo mi responsabilidad, y fui a ver al Coronel
Aurelio González, vicioso jugador y primer Jefe de la Marina después del 4 de
septiembre de 1933.
En la antesala de su
despacho me encontré con Gómez Casa, conocido por el Cabo Empanada cuando
era mi custodio en la cárcel durante el
machadato; en ese instante el Teniente
Coronel en funciones de auxiliar del
jefe de nuestra arma.
“¿Qué hiciste Leal? ¡Te
volviste loco! Dijo para justificarse.
_! Hice patria para muchos
hijos de…! Le riposte airado.
Gómez Casa eludió la
discusión y entro al despacho para hablar con el jefe, quien trato de de evitar
el encuentro con el cabo carpintero.
Pero de un empujón lo
puse de bruces sobre el buro de González
y encañone a este.
“! Me vas a matar, Leal!!
Guarda ese revolver!, decía.
Empanada trato de
sacar su pistola, pero el cabo presiono
el arma sobre el pecho de Gonzales, y
apretó ligeramente el gatillo.
-Entonces se puso más nervioso,
y vociferando malas palabras, boto de la
oficina a Gómez Casa. De inmediato me dijo que desde ese momento me consideraba repuesto en mi cargo y ascendido
a sargento de segunda.
Fue la única ocasión en
que fui guapo querían dejarme cesante y
sin posibilidad de conseguir empleo,
además el Partido me había orientado mantenerme en esa posición.
Desde ese momento Leal enmascaro más su actividad
partidista dentro de la Marina.
-En 1935 vino a atenderme
el compañero Marcelino Menéndez-Mario-
(Mi Padre), a quien antecedió un miembro del Ejercito en la tarea de asesorarme.
Yo observaba a todos mis compañeros, y de entre los mejores les proponía cual
captar, donde y como.
Lamentablemente después
vino la etapa de legalización del Partido y muchos comenzamos a pecar de
legalistas en la calle. Algunos me decían ya el comunista de la Marina y el
Partido me critico. Fue un error de mi parte, sin dudas, el enemigo pudo
chequearme.
Así el Coronel José Rodríguez
Calderón, mas tarde jefe de la marina y
mi enemigo personal, tuvo argumentos para sacarme del cuerpo años mas tarde.
Calderón odiaba a Leal,
porque en una ocasión le había robado tres reses a una tía de este, y al ser
acusado por el Coronel Tabernilla a instancias de aquella mujer, Leal sirvió de
testigo.
-Todo ese problema fue
precisamente lo que aprovecho el Partido para evitar que me expulsaran de la
Marina el 10 de marzo de 1952, a raíz del golpe del Dictador Fulgencio Batista.
Ese día, a las seis de la
mañana, Calderón envió una pareja a casa de Leal con la orden de que se
constituyera en arresto en ese lugar. De
inmediato llamo a Mario (Mi Padre) y este le oriento:
“! Ahora es cuando más
falta haces tú ahí! ¡ Haz cuanto puedas, que nosotros vamos a realizar
gestiones por nuestros medios.”
Entonces se me ocurrió ir a ver al general Tabernilla a la
Cabaña y quejarme ante el por la represalia que
ahora Calderón tomaba conmigo. Yo conocía la pugna que existía entre los
dos por robar más. Me fue difícil, pero pude explicarle mi problema, y delante
de mí les dijo a Salas Cañizares:
“! Ves lo que te digo,
ese cabron es un delincuente y no puede ser jefe de la Marina!”
El quería poner en
ese cargo al facistoide de Gaspar Mapón, quien entre otras cosas
aspiraba a expulsar a todos los marinos negros, pero la oficialidad y la
embajada de Estados Unidos impusieron a Calderón,
quien trabajaba para la CIA. No obstante tuvo que obedecer al jefe del ejército y nombrarme
otra vez a regañadientes.
Leal comenzó a trabajar
de nuevo en el Distrito Naval del Norte sin que lo molestaran, aunque los más
viejos allí no se le acercaban para evitarse represalias del jefe de la Marina
de Guerra de la dictadura batistiana.
Finalmente, el 13 de
abril de 1952, lo ascendieron al grado inmediato superior y acto seguido lo
retiraron. Así lo alejaron de los objetivos militares, aunque los servicios
secretos del régimen solo dejaron de vigilarlo el primero de enero de 1959…
FIN