La historia del movimiento obrero a través de los trabajadores.
Artículo de Renato Recio, Revista Bohemia.
¡A
PARIS CON 50 PESOS! CAMINO A BERLIN
La Historia de una joven de 23 años,luchadora clandestina Cubana -Socialista-Miembro de la Delegacion Cubana que en el año 1951, en plena guerra fria,participo en el III Festival Mundial de la Juventud y los estudiantes en Berlin
La Historia de una joven de 23 años,luchadora clandestina Cubana -Socialista-Miembro de la Delegacion Cubana que en el año 1951, en plena guerra fria,participo en el III Festival Mundial de la Juventud y los estudiantes en Berlin
[Nota Ale:
Esta es la historia de la participación de
Alejandrina Santos Estrada (1928-2007), luchadora de la clandestinidad contra
los gobiernos en Cuba antes del triunfo de la Revolución en Enero de 1959.
Aleja o Alejita como muchos la llamaron, menos mi
padre que siempre la llamó por su nombre completo, fue hija de Cándido,
inmigrante español (al que nunca conocí por fallecer cuando ella tenía solo 17
años) y Cristina, mi querida abuela con la que sueño que regresa de la muerte
recurrentemente y me alegra mucho de verla viva. No fui su nieta preferida pero
convivimos hasta su muerte y me cuidó para que la protagonista de este artículo
trabajara en su fábrica textil, en la cual estuvo hasta su jubilación.
Luchadora incansable, comunista de verdad, de los
que aquella época y que siguió siéndolo en ésta.
A mi mamá este pequeño homenaje por la
autenticidad de sus ideas.]
Ante ella, pequeña,
joven, delgada, con un rostro expresivo
que era dulce y vivaz al mismo tiempo, el agente del BRAC se sintió
inclinado a la cortesía y no registró el equipaje. Observó en cambio el
pasaporte y se detuvo a leer la chequera de viaje.
-¿Así que la dama
se nos va a París?, dijo. ¡A Paris con cincuenta pesos!
CONTRA LA BURLA
Alejandrina
Santos, de 23 años, obrera de la empresa Concordia Textil, en Guanabacoa, era
ya, en 2951, una mujer que no tenía nada que ver con el papel de muñeca,
sometida y ociosa, que seguramente quería expresar la palabra ¨dama¨ en boca
delo aquel hombre.
¨París¨ era una
mera escala hacia el Berlín democrático, ciudad que ofreció a Alejandrina lo
que no podía recibir de la capital francesa. Aquel Berlín devastado por la
guerra reciente, marcado por la huella bestial del fascismo derrotado, era una
extraña mezcla de pasado y porvenir, de realidad y leyenda, que se apareció a
la joven cubana como un himno a su esperanza de Revolución.
Aquellos
¨cincuenta pesos¨ no eran muchos ciertamente, pero no habían salido de la
subvención estatal, ni del bolsillo de los que lo tenía a manos llenas. Era el
dinero recaudado entre los obreros, centavo a centavo, desafiando la represión
policíaca y patronal.
Para participar
en el III Festiva de la Juventud, y los Estudiantes cada delegado debió aportar
ochocientos pesos. ¿Qué ahorros podía tener Alejandrina Santos, que con su
oficio de tejedora debía mantener a una familia numerosa, incluyendo a sus
hermanos que estaban sin trabajo?
Fue de fábrica
en fábrica, de taller en taller, explicando a los trabajadores qué era un
Festival y por qué era importante la participación de la delegación cubana. De
esa forma, con el sacrificio generoso de sus hermanos de clase, la muchacha
llegó a recaudar los ochocientos pesos que apenas alcanzaban para el pasaje.
Los cincuenta pesos que quedaron en su chequera de viajero valían mucho más de
los que podía calcular el hombre que
pretendió hacer burla sobre cosas que verdaderamente no entendía.
ENCUENTRO CON LA IMAGEN QUE SE FIJO EN MI MEMORIA
¨Íbamos en un
tren abarrotado de jóvenes africanos, asiáticos y latinoamericanos. Aquel viaje
no era precisamente de ¨paseo¨. Por un lado no había forma de asearse ni de
conseguir ningún alimento para mitigar las necesidades de tantas horas de
travesía. Por otra parte, aunque no nos preocupáramos mucho por eso, estaba
presente la amenaza de una agresión, porque había soldados yanquis en muchos
puntos de Europa. En medio dela ¨guerra
fría¨ y de una feroz campaña mundial de represión anticomunista, era previsible
una provocación o un sabotaje contra nosotros, jóvenes revolucionarios de tres
continentes que veníamos hacinados en un tren con la sola protección de algunos
diputados del Partido Comunista Francés, quienes asumieron con gran celo y preocupación
esa responsabilidad¨
¨Pero a pesar de
todo, aquel recorrido fue alegre. Nuestra delegación era tan joven y homogénea
ideológicamente que nadie pensaba en las incomodidades de ese momento, sino en
las experiencias que nos aseguraban¨
¨Yo recuerdo que
me quedé dormida durante unos instantes y me despertó la parada del tren en una
pequeña estación de un pueblito. Me asomé a la ventanilla y vi una imagen que
ha quedado fija en mi memoria con todos sus detalles y colores: había allí, a
pocos metros de distancia, un soldado rojo. Lo vi con su uniforme y su gorra,
vi el emblema de la hoz y el martillo y aquella visión me pareció el regalo de
un sueño maravilloso¨
¨Es difícil de
explicar por qué aquella imagen tuvo una tan especial resonancia en mi
espíritu. Yo creo que una joven comunista como era yo en aquella época, educada
por mi familia en el amor y la admiración a la Unión Soviética, aunque sin una
sólida formación filosófica, tenía que sentir aquella súbita aparición como el
encuentro con un milagro, porque veía con mis ojos, a través de aquel soldado,
a un pueblo al cual me había acercado de modo entrañable, sólo por la
convicción personal de algunas ideas que, en aquel tiempo, eran brutalmente
puestas en duda por la mayoría de la gente¨
¨Durante las dos
semanas que duró el Festival, que comenzó el 5 de agosto de 1951. 26000 jóvenes
de todo el mundo realizamos numerosos encuentros, nos conocimos y adoptamos
resoluciones contra los incendiarios de nuevas guerras¨
¨La delegación
cubana, presidida por Antonio Núñez Jiménez y Raúl Valdés Vivó, realizó un
brillante papel y fue elogiada por su disciplina y cohesión. Todos quedamos
impactado por los horrores de la guerra, los campos de concentración que nos
mostraron y por el verdadero espíritu de aquel pueblo alemán que comenzaba a
redimirse¨
¨De vuelta a
Cuba, me botaron del trabajo por haber estado en el Festival, estuve ocho meses
en una situación económica muy difícil, pero
todos los sacrificios fueron insignificantes comparados con aquel
privilegio que me dio mi vida de joven militante revolucionaria¨