Roberto Javier Quintero
Entre
los jóvenes de hoy y quienes lo fueron en generaciones anteriores, existe un
texto martiano que se ha susurrado y susurra aún por muchos, como maledicencia,
tal si fuera un “pecado ideológico” del Héroe Nacional: La futura esclavitud, por
primera vez publicado en 1884 en la revista La
América de New York , y compilado después en el tomo 15º de sus Obras Completas. Ediciones Críticas.
El carácter
polémico de este artículo –como el de otros que le sucedieron, típico de un
escritor complejo en sus maneras e ideas– provoca cierta confusión en algunos
al acercarse a la obra del Apóstol, en tanto admiten sin prisa que el
socialismo es la “futura esclavitud” por supuestamente acuñarlo así Martí y
tienden a convertir en “delicada” la reflexión y, por tanto, a manejarla con
cierto secretismo, tergiversaciones y morbo. Esto sucede, sobre todo, en
los jóvenes que, la más de las veces sin leerse el texto, lo comentan
airadamente.
El
propósito del presente trabajo no es otro que el de incitar a su lectura, amén
de incorporarlo, como se ha logrado con el resto de la obra de Martí, a
constituirse en uno de los puntales que mantienen en pie lo que, de este autor,
ha erigido nuestra idiosincrasia como cubanos.
“La futura
esclavitud” es un suspicaz comentario acerca del ensayo homónimo escrito por el
filósofo y sociólogo inglés Herbert Spencer, cuyo tema central está enfocado en
las presumibles consecuencias nefastas de la aplicación de medidas sociales
favorables a las clases humildes en la Inglaterra de fines del siglo XIX.
En resumen,
Spencer habla de una especie de futuro distópico, resultado del establecimiento
del socialismo en su país, si bien advierte que puede ser un peligro global. En
su inferencia, la acumulación de funciones por el Estado, como la
nacionalización de las tierras e industrias, y su conversión en el órgano
predominante de la sociedad, traería un colapso social que empobrecería a las
clases humildes en beneficio de, supuesta e irónicamente, ellas mismas;
frenaría el desarrollo de las ciencias y la tecnología; las clases pobres
trabajadoras se transformarían en holgazanas en espera de un subsidio del
Estado; moriría el individuo junto con la eficacia productiva; un ejército de
oficinistas instaurarían un régimen dictatorial bajo el poder de la burocracia…
Coincidimos
con Martí en que esta premonición resulta exagerada, por bien fundamentada que
la haya hecho el filósofo y aun cuando pudo aparentemente haberse cumplido en
algunas etapas de la gastada Unión Soviética y hasta en ciertos períodos de la
Revolución Cubana. Sobre todo esto último ha sido la razón para que ciertos
personajes, dentro y fuera de la Isla, atribuyeran la “visión” a Martí e
incluso lo bautizaran de adivino. Sin embargo, más que acompañar la tesis de
Spencer, el artículo del Apóstol refuta dicha teoría, sin ridiculizarla.
Martí,
prácticamente desde el principio del texto, deja plasmada su postura al
catalogar a Spencer de “ciudadano griego que contaba para poco con la gente
baja”. Inclusive, después le sentencia: “Quien no comulga en el altar de los
hombres, es justamente desconocido por ellos”.
Sobre una
de las disertaciones del inglés, en la que este critica a los políticos que
plantean medidas del bienestar para obtener los votos de “las clases paúperas”,
y a los pensadores del socialismo que, en una tendencia radical, “no hallan
–define Martí– más modo natural de curar el daño de raíz que quitar motivo al
descontento”, responde el cubano: “Pero esto ha de hacerse de manera que no se
trueque el alivio de los pobres en fomento de los holgazanes; y a esto sí hay
que encaminar las leyes que tratan del alivio, y no a dejar a la gente humilde
con todas sus razones de revuelta”.
El
intelectual antillano, hay que aclarar, encamina su trabajo hacia una reseña en
la que refiere frecuentemente el ensayo de Spencer: cuenta en pocas líneas
todos sus puntos conflictivos, incluidos los pequeños ejemplos que utiliza el
británico para embalsamar el supuesto sistema condenado al precipicio. Y los
enfrenta el Apóstol con un tono acusante, más palpable este en algunos breves
momentos de su narrativa. No desaprueba, en cambio, la totalidad de los
fundamentos de Spencer: “Y es verdad que si llegare la benevolencia a tal punto
que los páuperos no necesitasen trabajar para vivir –a lo cual jamás podrán
llegar–, se iría debilitando la acción individual, y gravando la condición de
los tenedores de alguna riqueza, sin bastar por eso a acallar las necesidades y
apetitos de los que no la tienen”.
“¡Mal va un
pueblo de gente oficinista!”, alertaba Martí.
El joven
pensador no eludía el desafío intelectual de Spencer y apostaba por intentar el
cambio social. Del peligro anunciado, antes que “legislar las formas del mal” y
“curarlo en sus manifestaciones”, explicaba, “en lo que hay que curarlo es en
su base, la cual está en el enlodamiento, agusanamiento y podredumbre en que
viven las gentes bajas de las grandes poblaciones, y de cuya miseria (…) pueden
sin duda ayudar mucho a sacarles las casas limpias, artísticas, luminosas y
aireadas que con razón se trata de dar a los trabajadores, por cuanto el
espíritu humano tiene tendencia natural a la bondad y a la cultura, y en
presencia de lo alto, se alza, y en la de lo limpio, se limpia. A más que, con
dar casas baratas a los pobres, trátase solo de darles habitaciones buenas por
el mismo precio que hoy pagan por infectas casucas”.
Ahí la
constante solución martiana. Y de esta, como precuela, su deseo de que la
primera ley de la república cubana fuera “el culto a la dignidad plena del
hombre”.
Así,
después de todo en el estudio de “La esclavitud futura” de Herbert Spencer,
donde el socialismo, según este, haría a las personas esclavas del Estado y de
los oficinistas, los nuevos burgueses en ese abismal porvenir, Martí no ataca
al entonces inexplorado sistema social, como se ha manipulado durante décadas
por unos, o como otros han temido mencionar en voz alta como si fuera una
insuficiencia de la ideología del prócer de la Revolución cubana.
Como sea,
Martí prefirió dar su voto. Porque si bien aquellos pensadores y sus actores
radicales pudieran caer en tales deshonras, asumió el cubano que lo que sí no se
puede hacer es, como razonó Spencer, “echar en cara a los páuperos su abandono
e ignominia” y mantener los modos naturales de equilibrar la riqueza pública
que, replicó el habanero, “ha de mantener naturalmente en ira, desconsuelo y
desesperación a seres humanos que se roen los puños de hambre en las mismas
calles por donde pasean hoscos y erguidos otros seres humanos que con las
rentas de un año de sus propiedades pueden cubrir a toda Inglaterra de
guineas”.
Entonces
resulta incomprensible el mal uso que durante décadas se ha hecho de la
reflexión martiana sobre el socialismo, si bien claro conminó a decirle a la
política: “¡Yerra, pero consuela! Que el que consuela, nunca yerra”.
Ahora… ¿se
pudiera decir que Martí invitaba al socialismo a equivocarse que, según
Spencer, sería igual a que existiese? ¿Acaso era el Apóstol partidario de esta
ideología?
El 29 de
marzo de 1883 ya había publicado el independentista, como corresponsal del
diario La Nación ,
de Buenos Aires, una nota sobre la muerte de Karl Marx, en la que relató un
acto realizado en Nueva York en homenaje al pensador revolucionario. Lástima
que Martí no haya escrito mucho más sobre el socialismo y sus pensadores, pero
valga para este estudio dicho documento, debido a su contenido y cercanía histórica
con La futura esclavitud.
La pluma
martiana le hizo honor al filósofo alemán; describió el evento con entusiasmo,
con admiración hacia la multitud concurrente que “enseña más músculos que
alhajas, más caras honradas que paños sedosos”; y hacia Marx, quien, resaltó
Martí, “estudió los modos de enseñar al mundo sobre nuevas bases, y despertó a
los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos (…)
hombre comido del ansia de hacer el bien”.
No
obstante, reprochó el admirado periodista: “No hace bien el que señala el daño
y arde en ansias temerosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio
blanco al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres.
Indigna el forzoso abestiamiento de unos hombres en provecho de otros”. Situaba
Martí, por encima de todo, la vida humana. “Mas se ha de encontrar salida a la
indignación de modo que la bestia cese sin que se desborde y espante”. Sin
duda, siguió apoyando la meta de Marx, mas no la incendiaria manera que propuso
este para alcanzarla.
No es
aventurado afirmar que Martí no se oponía al camino de las armas en nombre de
las causas justas. De hecho, desde su juventud admiró las gestas
independentistas de la América hispana y de Cuba, emprendidas con sables y
fusiles. Para él, estaba bien claro el papel que debían asumir los oprimidos
ante sus opresores, mas no tenía bien clara, al parecer, esta misma relación (y
por tanto, la validez de ese enfrentamiento) con respecto a las clases
sociales, bien sea por las tergiversaciones manejadas en la época o por su
somero estudio sobre el materialismo histórico. Tal vez llegó Martí a meditar
bien ese asunto y hasta coincidir –o definitivamente diferir– con Marx en sus
conclusiones, pero puede haber influido que su misión primera, la organización
de una revolución libertadora, le indicara no hacer énfasis en el
enfrentamiento entre las clases antagónicas de un mismo país, sino en llamar a
la unión nacional, más que resaltar discrepancias.
Queda
entonces en el reino de la especulación imaginar –culminada la “guerra
necesaria”, pensada breve, escasa en sangre– qué habría hecho Martí, de haber
sobrevivido, como seguro presidente de la república “con todos y para el bien
de todos”. ¿Dejaría desembocar a la nación en la tensión de la lucha de clases para
realmente conseguir el “derecho a la dignidad plena del hombre”? ¿Se propondría
la construcción del socialismo, asumiendo o superando los riesgos que acusara
Spencer, a fin de consolar?
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OTRA OPINION DESDE CUBADEBATE:
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Luces
de José Martí para el socialismo
Por: Luis Toledo Sande
En este artículo: Cuba , José Martí , Política , Socialismo
6
septiembre 2018 |
Textos de interés directo para el tema planteado en el título escribió José
Martí desde su estancia en México (1875-1876), donde —inicio de un camino en el
cual experimentó una rica evolución— se relacionó activamente con la prensa
obrera y organizaciones de ese carácter. Pero los presentes apuntes, ni con
mucho exhaustivos, se basan centralmente en páginas posteriores, distanciadas
entre sí por una década, pero unidas por el tema abordado: una reseña, en la
revista neoyorquina La América de abril de 1884, sobre “La futura esclavitud”,
del británico Herbert Spencer, y una carta de mayo de 1894 a su compatriota y
amigo Fermín Valdés Domínguez. Las dos contienen reflexiones sobre lo que en
ambas Martí llama “la idea socialista”, y lo publicado en la revista parece
prolongarse en la intimidad epistolar. No hay que asombrarse por ello: nexos
similares aparecen entre numerosos textos de la obra martiana, signada por la
coherencia y la organicidad.
Desde el inicio de la reseña brota la diferencia de perspectivas entre
Spencer y Martí, quien afirma que aquel pensaba “a manera de ciudadano griego
que contaba para poco con la gente baja”. Y esto de “la gente baja” se
comprende tanto mejor según se aprecie que en la reseña, más que citar, el
periodista parafrasea al autor de la obra comentada, que ubica en contexto y
linaje: “Todavía se conserva empinada y como en ropas de lord la literatura
inglesa; y este desdén y señorío, que le dan originalidad y carácter, la
privan, en cambio, de aquella más deseable influencia universal a que por la
profundidad de su pensamiento y melodiosa forma tuviera derecho”. Y enseguida
se siente la voz de Martí: “Quien no comulga en el altar de los hombres, es
justamente desconocido por ellos”.
No sugiere que Spencer fallaba en todo; pero le reprueba su perspectiva
aristocrática, asociada al individualismo y al positivismo. En los límites de
este último “la ciencia, insecteando por lo concreto, no ve más que el
detalle”, se lee en el elogio que dos años antes había hecho Martí a la
integradora espiritualidad del pensador estadounidense Ralph Waldo Emerson. Sin
embargo, cabe estimar que el cubano compartía con el británico el deseo de que
“el alivio de los pobres” no se trocara en “fomento de los holgazanes”, solo
que, entre las motivaciones por las cuales el positivista escribió “La futura
esclavitud”, estuvo su rechazo a la construcción, por vía estatal, de viviendas
para los menesterosos, rechazo que Martí no compartía.
Spencer, identificado con un evolucionismo que engullía los valiosos aportes
de Charles Darwin para ponerlos al servicio de los más fuertes económicamente
en la urdimbre de las clases sociales, temía a la burocracia, peligro presente
en la organización moderna de la sociedad, tanto más cuanto mayor sea la
centralización que la rija. Glosando esa parte del tratado spenceriano, Martí
comenta: “Con cada nueva función, vendrá una nueva casta de funcionarios. Ya en
Inglaterra, como en casi todas partes, se gusta demasiado de ocupar puestos
públicos, tenidos como más distinguidos que cualesquiera otros, y en los cuales
se logra remuneración amplia y cierta por un trabajo relativamente escaso: con
lo cual claro está que el nervio nacional se pierde”.
Por la aceptación que enfatiza, y hasta por el tono, la conclusión que sigue
a esas palabras puede atribuirse al propio Martí: “¡Mal va un pueblo de gente
oficinista!” La advertencia sigue siendo válida, dado el peligro que revela;
pero en otras circunstancias el trabajo de naturaleza social, o contratado y
remunerado estatalmente, puede verse en desventaja, y en consiguiente desdoro,
frente a los réditos de la iniciativa privada, llámesele como se le llame, y
más aún si ella se beneficia del autoritarismo y de hábitos corruptos que,
vertiendo sombras desde la administración estatal, pueden minar el organismo de
una nación.
Spencer, como si se tratara de una realidad consumada, o en crecimiento,
repudiaba la burocracia y la consiguiente casta funcionaresca, de sesgo
parasitario —germen para la corrupción, agréguese—, que él veía formarse o
temía que se formara en Inglaterra. Pero allí no se ensayaba en realidad algo
que en justicia pudiera llamarse socialismo, aunque, en el fondo, el célebre
positivista le temiera a ese “fantasma”. Impugnaba la intervención del Estado
—específicamente el que él conoció, nada socialista, sino capitalista,
cualesquiera que fuesen sus investiduras formales y la fase de su desarrollo—
en la administración de los recursos, y en la solución de problemas sociales
básicos.
Quienes han estudiado con seriedad la reseña han visto en ella a Martí
levantado frente, o contra, “los fantasmas ideológicos” de Spencer, como ha
hecho Rafael Almanza Alonso. Martí discrepaba del liberal burgués, y no es
fortuito que, al comentar su texto, alabara al Henry George que por entonces
predicaba en los Estados Unidos “la justicia de que la tierra pase a ser
propiedad de la nación”, como bien de naturaleza pública.
Veamos, señalados por Martí, algunos de los elementos que muestran la
orientación de Spencer: “El día en que el Estado se haga constructor, cree
Spencer que, como que los edificadores sacarán menos provecho de las casas, no
fabricarán, y vendrá a ser el fabricante único el Estado”. Ese argumento,
declara sin rodeos Martí, “aunque viene de arguyente formidable, no se tiene
bien sobre sus pies”, como tampoco este otro: “el día en que se convierta el
Estado en dueño de los ferrocarriles, usurpará todas las industrias
relacionadas con estos, y se entrará a rivalizar con toda la muchedumbre
diversa de industriales”. Tal “raciocinio, no menos que el otro, tambalea”,
asegura Martí, quien expone el porqué, con razonamiento que no es del caso
interpretar ahora.
Spencer repudia como socialismo una forma de capitalismo de estado, al que
no debe parecerse más de lo inevitable ningún proyecto que aspire a abrirle
caminos a la realización de metas justicieras inalcanzables sin plena participación
popular. Y ese continúa siendo un reto, en primer lugar, para el socialismo,
que debe combinar ideales colectivos y vibraciones individuales, y no olvidar
que estatal no es necesariamente un sinónimo pleno de social.
Martí afirma que Spencer teme “el cúmulo de leyes adicionales, y cada vez
más extensas, que la regulación de las leyes anteriores de páuperos causa”.
Para valorar lo que ese criterio de Spencer merecería a los ojos de Martí,
conviene tener presente lo que este sostuvo en el artículo “A la raíz”,
publicado en Patria el 26 de agosto de 1893: “A la raíz va el hombre verdadero.
Radical no es más que eso: el que va a las raíces. No se llame radical quien no
vea las cosas en su fondo. Ni hombre, quien no ayude a la seguridad y dicha de
los demás hombres”.
En 1884 situó los temores de Spencer en un contexto donde “se quieren
legislar las formas del mal, y curarlo en sus manifestaciones; cuando en lo que
hay que curarlo es en su base, la cual está en el enlodamiento, agusanamiento y
podredumbre en que viven las gentes bajas de las grandes poblaciones”. Martí,
con la vista puesta en el bienestar común, sostiene que a salir de tal miseria,
“con costo que no alejaría por cierto del mercado a constructores de casas de
más rico estilo, y sin los riesgos que Spencer exagera”, podrían ayudar a los
pobres “las casas limpias, artísticas, luminosas y aireadas” que se debía
tratar de facilitar por vía estatal a los trabajadores, algo a lo cual se
oponía Spencer.
El autor de “La futura esclavitud” veía como un peligro la aspiración que
Martí estimaba justa, “por cuanto el espíritu humano tiene tendencia natural a
la bondad y a la cultura, y en presencia de lo alto, se alza, y en la de lo
limpio, se limpia. A más que, con dar casas baratas a los pobres, trátase solo
de darles habitaciones buenas por el mismo precio que hoy pagan por infectas
casucas”.
La armazón teórica construida por Spencer contra la democratización que él
estimaba en marcha, y nociva, sería —acota Martí— un edificio, “de veras
tenebroso, y semejante al de los peruanos antes de la conquista y al de la
Galia cuando la decadencia de Roma, en cuyas épocas todo lo recibía el
ciudadano del Estado, en compensación del trabajo que para el Estado hacía el
ciudadano”. Una de las tareas que acaso el espíritu justiciero tenga pendiente,
aún hoy, consistiría en estudiar hasta qué punto, además de imponerle
desventajas tecnológicas y aislamiento, los contextos donde el socialismo se ha
intentado llevar a cabo lo han contaminado con la herencia del llamado modo de
producción asiático. El socialismo emancipador, democrático y participativo que
urge edificar, deberá estar libre de todo cuanto —en pasado, presente o futuro—
huela a comunidad sometida, aunque sea mínima o remotamente.
José Carlos Mariátegui, eminente marxista peruano, buscaba raíces culturales
para el socialismo —que debía ser, dijo, fruto de la creación heroica, no calco
ni copia— y veía una posible referencia para ese sistema en el comunitarismo
campesino del Perú incaico. Martí, por su parte, pensaba en un sentido de
participación popular que trasladó incluso, en plena campaña por la
independencia, a su proyecto de fundación de la República en Armas. Nada de
comunidad pasivamente resignada a decisiones venidas de las alturas. El 24 de
enero de 1880, ante compatriotas emigrados que se reunieron en el Steck Hall
neoyorquino, expuso con claridad meridiana su criterio de una verdad que
“ignoran los déspotas”: “el pueblo, la masa adolorida, es el verdadero jefe de
las revoluciones”.
Ese criterio debe ubicarse en su creciente conocimiento del mundo, en lo
cual lo favoreció su forzada estancia de cerca de quince años en Nueva York,
desde donde observó el devenir de los Estados Unidos y el del planeta. Frente a
quienes pretendían confundir al pueblo con el lumpen desorientado o
arrastrable, denunció —especialmente en su crónica “Un drama terrible”, sobre
los sucesos acaecidos en Chicago entre 1886 y 1887, que dieron origen a la
celebración internacional del Día de los Trabajadores— la violencia con que en aquel
país se castigaba a “las masas obreras” levantadas para reclamar sus derechos.
Con respecto al linchamiento de obreros justificado con argucias legales, en
la citada crónica escribió que a la república, tornada de clases y cesárea
—como dijo en otras páginas— la amedrentaba “el deslinde próximo de la
población nacional en las dos clases de privilegiados y descontentos que agitan
las sociedades europeas”. Ante esa realidad, el sistema “determinó valerse por
un convenio tácito semejante a la complicidad, de un crimen nacido de sus
propios delitos tanto como del fanatismo de los criminales, para aterrar con el
ejemplo de ellos, no a la chusma adolorida que jamás podrá triunfar en un país
de razón, sino a las tremendas capas nacientes”.
Pero, volviendo a Spencer, no está de más oír las “razones” del diablo.
Aquel señalaba un peligro que no se debe ignorar, y así lo tradujo Martí:
“¿Cómo vendrá a ser el socialismo, ni cómo este ha de ser una nueva esclavitud?
Juzga Spencer como victorias crecientes de la idea socialista, y concesiones
débiles de los buscadores de popularidad, esa nobilísima tendencia,
precisamente para hacer innecesario el socialismo [ese ‘socialismo’, habría que
precisar], nacida de todos los pensadores generosos que ven cómo el justo
descontento de las clases llanas les lleva a desear mejoras radicales y
violentas, y no hallan más modo natural de curar el daño de raíz que quitar
motivo al descontento”. Al exponer las aprensiones de Spencer, Martí intercala
puntos de vista propios, opuestos al evolucionista aristócrata: simpatía por
“las clases llanas”, identificación con “los pensadores generosos” que las han
apoyado, solidaridad con “el justo descontento” de aquellas.
Con la brújula de su sentido ético denuncia que Spencer apunta “las consecuencias
posibles de la acumulación de funciones en el Estado, que vendrían a dar en esa
dolorosa y menguada esclavitud; pero no señala con igual energía, al echar en
cara a los páuperos su abandono e ignominia, los modos naturales de equilibrar
la riqueza pública dividida con tal inhumanidad en Inglaterra, que ha de
mantener naturalmente en ira, desconsuelo y desesperación a seres humanos que
se roen los puños de hambre en las mismas calles por donde pasean hoscos y
erguidos otros seres humanos que con las rentas de un año de sus propiedades
pueden cubrir a toda Inglaterra de guineas”.
Frente a eso, Martí se yergue resueltamente más allá de lo tocante a
construir viviendas para menesterosos: “Nosotros diríamos a la política:
¡Yerra, pero consuela! Que el que consuela, nunca yerra”. Ello recuera la ya
aludida carta de mayo de 1894, también escrita en Nueva York, y que parece
responder a una motivación que deberá tenerse presente al leerla: el
ofrecimiento informativo, por parte de Valdés Domínguez, sobre la celebración
en Cuba, ese año, del Día de los Trabajadores, a lo que se estaría refiriendo
Martí cuando expresa: “Muy bueno, pues, lo del 1° de Mayo.—Y aguardo tu relato,
ansioso”. La confesa ansiedad ratifica la coincidencia que, en cuanto a ideas,
Martí le ha venido enfatizando al amigo en la carta: “Una cosa te tengo que
celebrar mucho, y es el cariño con que tratas, y tu respeto de hombre, a los
cubanos que por ahí buscan sinceramente, con este nombre o aquel, un poco más
de orden cordial, y de equilibrio indispensable, en la administración de las
cosas de este mundo”.
A esas palabras añade: “Por lo noble se ha de juzgar una aspiración: y no
por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana”. Y en lo que sigue
parece asomar el recuerdo de su crítica a Spencer: “Dos peligros tiene la idea
socialista, como tantas otras:—el de las lecturas extranjerizas, confusas e
incompletas:—y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para
ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que
alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”.
Además de hablar de “la idea socialista” como en la reseña de “La futura
esclavitud”, hace recordar lo dicho allí acerca de “los buscadores de
popularidad”. Son los oportunistas, a los que no parece inmune ningún empeño
justiciero, por muy honrado que sea, como tampoco a las lecturas mal digeridas,
que no son responsabilidad de los textos, sino de quienes los asumen. Pero
Martí, lector voraz si los ha habido, no ponía texto alguno por encima de la
vida, y esa actitud fortaleció luminosamente su pensamiento.
Aunque sea de modo somero, valdría recordar una generalización que hizo a
partir de lo que observaba en su entorno estadounidense, donde, muerto en 1883
Carlos Marx —a quien entonces él dedicó un conocido obituario—, hasta Federico
Engels señalaba desde Europa flaquezas en la recepción de un real o supuesto
marxismo por parte de líderes de la agitación social. En crónica publicada el
20 de febrero de 1890 en La Nación bonaerense, escribió Martí: “Cada pueblo se
cura conforme a su naturaleza, que pide diversos grados de la medicina, según
falte este u otro factor en el mal, o medicina diferente. Ni Saint-Simon, ni
Karl Marx, ni Marlo, ni Bakunin. Las reformas que nos vengan al cuerpo”; y agregó:
“Asimilarse lo útil es tan juicioso, como insensato imitar a ciegas”.
A esas advertencias, que siguen siendo válidas para el socialismo, se suman
otras implícitas en la carta a Valdés Domínguez. En una intervención pública,
citada aquí de memoria, un intelectual patriota y católico como Cintio Vitier
agradeció a Martí el llamamiento a resolver la necesidad de justicia “en la
administración de las cosas de este mundo”, único que conocemos y en el cual
podemos influir, precisó el autor de Martí en la hora actual. Fallaríamos ante
las urgencias de ese mundo, este, si nos atascáramos en discusiones sobre “el
otro”.
Pero no saldrá sobrando decir que eso no invita a la disolución del
pensamiento en un relativismo irracional sin riberas, mudo ante manipulaciones
dolosas de credos, ni a olvidar un juicio como el que Martí expresó en carta
del 26 de noviembre de 1889 a su amigo Manuel Mercado, depositario de tanta
confesión suya: “Va el deber del artículo laborioso, y no el gusto de la carta,
porque le quiero escribir con sosiego, sobre mí y sobre La Edad de Oro, que ha
salido de mis manos—a pesar del amor con que la comencé, porque, por creencia o
por miedo de comercio, quería el editor que yo hablase del ‘temor de Dios’, y
que el nombre de Dios, y no la tolerancia y el espíritu divino, estuviera en
todos los artículos e historias. ¿Qué se ha de fundar así en tierras tan
trabajadas por la intransigencia religiosa como las nuestras? Ni ofender de
propósito el credo dominante, porque fuera abuso de confianza y falta de
educación, ni propagar de propósito un credo exclusivo”.
Tras la historia de errores, deficiencias y traiciones que echaron abajo al
socialismo que, tenido en Europa por real —sinónimo a la vez de verdadero y de
monárquico—, puso en quiebra, hasta llevarlas a la derrota, las dignas
aspiraciones socialistas originarias, adquieren renovado valor las luces
aportadas por Martí. Aunque no hayan faltado ni falten dignos afanes de lealtad
teórica y práctica al socialismo, ni replanteamientos creativos como el promovido
en nuestra América con el nombre de socialismo del siglo XXI, a veces parece
haber caído en descrédito hasta el término socialismo, con otros asociados a
él.
Por ese camino, aunque las clases sociales continúan existiendo como base de
la estructura de desigualdades e injusticias en el planeta, parecería que
hubieran desaparecido ya, si nos atenemos al silencio que el lenguaje
contemporáneo tiende sobre esa realidad, cuando la violencia revolucionaria
está condenada como terrorismo y la reaccionaria está de moda y se televisa
como un espectáculo. ¿A quién conviene eso? ¿A quienes sufren en carne propia
las injusticias, o a quienes medran con ellas y procuran impedir la lucha entre
las clases para que las privilegiadas mantengan su posición?
De asumir la ambigüedad —uno de los términos caros a ciertos posmodernos— se
pudiera hasta considerar incontestable este veredicto: con las banderas del
socialismo nada bueno se ha hecho ni pudiera hacerse en el mundo. ¿No abundan,
sin que tengamos que ir demasiado lejos para saberlo, voces que propagan ese
dictamen o lo calzan de distintos modos? Tal vez no esté de más retener, por si
acaso, hasta como táctica para la sobrevivencia ideológica, el reclamo de
defender la justicia verdadera “con este nombre o aquel”, aunque tampoco se
trate de echar por la borda el vocablo socialismo y la historia vinculada con
él.
Algo más, entre otros elementos, cabe también valorar en la carta, y es la
esperanza que Martí expresa con respecto a Cuba ante lo que en otras latitudes
han sido peligros para “la idea socialista”: dice que “en nuestro pueblo no es
tanto el riesgo, como en sociedades más iracundas, y de menos claridad
natural”. Como la carta está escrita en los Estados Unidos, país donde Martí
estuvo al tanto del rumbo que seguían la violencia opresora y los voceros de la
justicia social, se podría pensar que solo a ese país concierne lo de
“sociedades más iracundas, y de menos claridad natural”. Pero la expansión del
socialismo en Europa escasas décadas después de escrita aquella carta, y la
todavía hoy reciente debacle socialista en ese continente, con conocidas
consecuencias de todo tipo, cruentas venganzas incluidas, ensanchan el alcance
de las palabras de Martí, no por gusto escritas en plural.
Con todo, lo determinante para aquilatar tanto la carta al amigo entrañable
como la reseña sobre el texto de un autor lejano, estriba en la eticidad del
activo dirigente revolucionario, quien rotundamente le escribió a Valdés
Domínguez en términos que parecen retomar el final de la crítica a Spencer:
“explicar será nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el
caso es no comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o
excesivos de pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de
su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa”.
Esa es, objetivamente, aunque no fuera su intención, una luz cardinal que
ofrece Martí para los afanes de construir el socialismo, sistema que aún no se
ha visto realizado plenamente en ninguna comarca del planeta. Pero en su legado
esa luz se nutre de otras que también constituyen faros, empezando por la que
él tuvo como rectora de sus actos: la ética. Echar la suerte con los pobres de
la tierra, voluntad que le brotó del alma en sus Versos sencillos, no fue para
él una hipócrita declaración, como lo era, lo es, en quienes oportunistamente
buscaban o buscan popularidad, “hombros en que alzarse”.
La expresión de su voluntad encarnó en una conducta cumplida. No cultivó la
miseria ni la consideró una aspiración que valiese la pena; pero cabe decir que
optó por ser pobre, y vivió austeramente, entregado a la lucha que preparó y en
la cual cayó combatiendo. Tenía derecho moral para reaccionar ante lo que le
pareciera ajeno a esa conducta, aunque lo detectara en un héroe extraordinario
dispuesto igualmente a morir y admirado por él, pero cuya silla de montar en
campaña veía adornada con estrellas de plata.
Algún personajillo carente de elegancia habrá intentado, gusaneando por la
abyección propia, burlarse, con efecto bumerán, de honrados estudiosos que
—como José Cantón Navarro o Paul Estrade— han esclarecido la relación de Martí
con los trabajadores. Pero él vio en ellos “el arca de nuestra alianza”, y
quiso que en su seno tuviera la fragua fundacional el Partido Revolucionario
Cubano. No es un hecho aislado esta previsión: “Volverá a haber, en Cuba y en
Puerto Rico, hombres que mueran puramente, sin mancha de interés, en la defensa
del derecho de los demás hombres”. Lo afirmó en “¡Vengo a darte patria!”,
artículo publicado el mismo día, 14 de marzo de 1893, y en el mismo rotativo,
Patria, en que apareció “Pobres y ricos”, otro de sus textos relevantes para el
tema.
El sentido de aquella declaración la explican en profundidad los orgánicos
nexos implícitos entre ella y la que hizo pública el 24 de octubre de 1894, en
Patria igualmente, en un artículo cuyo título, “Los pobres de la tierra”,
remite por derecho a Versos sencillos. En el periódico expresa: “En un día no
se hacen repúblicas; ni ha de lograr Cuba, con las simples batallas de la
independencia, la victoria a que, en sus continuas renovaciones, y lucha
perpetua entre el desinterés y la codicia y entre la libertad y la soberbia, no
ha llegado aún, en la faz toda del mundo, el género humano”.
Menos de seis meses después se incorporó a la guerra que había preparado, y
en la cual se dio a organizar lo que en sus palabras y en su afán consciente
debía ser la “Asamblea de Delegados de todo el pueblo cubano visible, para
elegir el gobierno adecuado a las condiciones nacientes y expansivas de la
revolución”. Sería una reunión de representantes, lo dijo también, de “las
masas cubanas alzadas”, no un foro de enviados de los jefes. Y el gobierno, a
la vez que respetar las necesidades y exigencias de la lucha armada, debía
tener el funcionamiento y el espíritu republicanos que sirvieran de garantía
para la república que se fundara en la paz.
De 1884, el mismo año en que escribió el primero de los textos que han dado
base a las presentes cuartillas, es la carta, fechada 20 de octubre, en la que
le expresó a Máximo Gómez: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un
campamento”. Sus ideas sobre la República en Armas y la que debía amasarse
desde entonces para el futuro, muestran asimismo su comprensión de que un
campamento y un pueblo tampoco se dirigen de igual modo. Su muerte en combate,
y luego la intervención, que él había querido impedir, de los Estados Unidos,
frustraron la revolución que él concibió y que, debido a esas trágicas
circunstancias —y al papel de celestinos con que apoyaron al colonialismo
español y al imperio estadounidense en ascenso los “prohombres” antipueblo a
quienes refutó en su carta póstuma a Manuel Mercado— quedó pospuesta, para decirlo
con un título feliz de Ramón de Armas.
Frustrados, derrotados, traicionados o sometidos a obstáculos tremendos —y
también, por tanto, pospuestos— se han visto en el mundo históricamente los más
sembradores afanes de justicia, que, llámense “con este nombre o aquel”, han
braceado en lo que el propio Martí denominó “lucha perpetua entre el desinterés
y la codicia y entre la libertad y la soberbia”. Pero ante esa realidad
únicamente son dignos de imitar ejemplos como el de los cristianos honrados y tenaces
a quienes los siglos, numerosos, en que la prédica de Jesús ha sido negada y
burlada —incluso, o sobre todo, por muchos investidos de jerarquía y autoridad
para representarla y defenderla— no los han hecho desertar de las ideas
justicieras del cristianismo originario. Su persistencia es aliento para todos
los afanados en la búsqueda de la equidad y la emancipación sociales,
cualesquiera que sean sus credos, incluyendo a quienes califican como no
creyentes pero también creen en ideas terrenales que sería criminal abandonar.
En ese camino se inscriben las luces de Martí para el socialismo, y en una
verdad que brota de ellas mismas y permea otras. No es cuestión de citar
desgajadamente sus textos, ni de buscar en qué medida nos parecemos a él, afán
en el que pudiéramos acabar culpándolo de nuestros errores. Sería necesario, y
acaso hasta más fértil, valorar en qué podría impugnarnos, aunque vivamos otros
tiempos. En carta del 11 de abril de 1895 a Bernarda Toro, la compañera de
Máximo Gómez, escribió: “El mundo marca, y no se puede ir, ni hombre ni mujer,
contra la marca que nos pone el mundo”. Pero encarnó la voluntad de no
resignarse ante los hechos incompatibles con la justicia, aunque se tratara de
nada menos que del surgimiento de una potencia imperialista arrasadora.
Sería fallido, y del todo innecesario, inventar un Martí socialista; pero
también lo sería inventar el Martí antisocialista que no fue, de lo cual dan
prueba sus propias palabras, digan lo que digan ciertos olimpos de pisapapel
empeñados en torcerlas para esgrimirlas como arma contra el socialismo. A raíz
del desguace del campo socialista europeo, y en medio de las vicisitudes que
ese hecho generó para Cuba, se volvió una especie de moda distribuir en
impresiones artesanales o ligeras, como texto “clandestino”, la reseña de Martí
sobre “La futura esclavitud”, aunque tal vez no haya en sus Obras completas,
donde ha ocupado y ocupa el lugar que le corresponde, otro texto que de manera
tan sugerente y a la vez directa le sea útil al socialismo.
Alguna vez, al calor de responsabilidades profesionales, el autor de estos
apuntes planeó formar, con el título Los pobres de la tierra, un cuaderno de
páginas de Martí entre las cuales sobresaldrían la reseña de “La futura
esclavitud” y la citada carta a Valdés Domínguez, junto a otros escritos,
algunos ya recordados, como el que le daría nombre al volumen. Las
circunstancias mágicamente denominadas período especial impidieron la
realización de ese proyecto, que valdría la pena, o la alegría, retomar.
Más allá de puntillas textuales, hay una verdad que convoca: en sus
circunstancias, el proyecto de liberación nacional de Martí no era ni podía ni
tenía por qué ser de carácter socialista; pero un proyecto socialista legítimo,
especialmente en Cuba o en nuestra América, núcleos de sus meditaciones y
destinatarias de sus actos, está llamado a ser martiano, o no sería socialismo.
De ahí, en el siglo XIX, el acierto de activistas obreros que lo siguieron,
como José Dolores Poyo, a quien en carta del 16 de noviembre de 1889 le
escribió: “El corazón se me va a un trabajador como a un hermano”, o el
marxista Carlos Baliño y el socialista Diego Vicente Tejera, amigos personales
y colaboradores suyos los tres en el Partido Revolucionario Cubano.
No habrá justicia verdadera, ni política plenamente honrada y popular
—sinceramente democrática, parafraseando una aspiración que él plasmó en las
Bases de aquel sembrador Partido—, sin la consistencia ética de quien echó de
veras su suerte con los pobres de la tierra. Siempre vendrá bien recordarlo, y
de manera especial cuando están de marea alta el pragmatismo y criterios como
que el igualitarismo es inviable. Ciertamente no debe confundirse con la justa
igualdad; pero, aun así, antes de echarlo por la borda y olvidarse de él y, al
paso, de la igualdad misma, habría que ver si el igualitarismo ha sido
plenamente aplicado en algún lugar del mundo. En todo caso, está en pie lo
expresado por Martí en un apunte que se lee entre los Fragmentos de sus Obras
completas. Refutando mistificaciones dirigidas, vía racista, a fundamentar la
desigualdad entre los seres humanos, sostuvo esta generalización: “se va, por
la ciencia verdadera, a la equidad humana: mientras que lo otro es ir, por la
ciencia superficial, a la justificación de la desigualdad, que en el gobierno
de los hombres es la de la tiranía”.
Luis Toledo Sande
Publicado originalmente en Cubarte. El Portal de la Cultura Cubana:
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LO EVIDENTE SIN ESPECULACIONES ES QUE SEA: EDITORIAL LEX , AÑO 1946 EN
ELTOMO I LA PAGINA 956, LA REALIDAD ES QUE LO
HUMILDE Y PARA LOS HUMILDES SE
VIVE Y AUNQUE LAS
FORMAS DE SOCIALISMO PRESENTADA O DEJADAS DE
PRESENTAR Y POSIBLE REALIZADAS
TENGAN O HALLAN TENIDO FRACASOS Y
DIFICULTADES , PUES HAN SIDO
REALIZADAS POR LOS HOMBRES CON SUS
AMBICIONES , EGOISMOS , AUTORITARISMOS Y OTROS DEFECTOS PROPIOS DEL HUMANO ;
AUNQUE ASI SEA EL
CAPITALISMO Y EL CAPITAL NUNCA SERA Y NI
ES LA FORMA HUMANA DE
TRATAR A LOS HUMANOS
Y A LA HUMANIDAD…. Y MAS AUN LA
OLIGARQUIA NO DEJA NI DEJARA
OTRAS FORMAS Y POR
ESO AUN HOY LUCHAN POR
ARREBATAR LAS TIERRAS A LOS
GRUPOS INDIGENAS Y NO PERMITEN EL DESARROLLO DE
AFRICA , A. LATINA
Y OTRAS PARTES DEL MUNDO DONDE EXISTEN
RIQUEZAS NATURALES…..
HAGAMOS EL SOCIALISMO REAL Y
VERDADERO, EL DE LOS HUMILDES EL NACIDO
DE LOS HUMILDES Y PARA LOS HUMILDES… VER SOCIALISMO REAL Y VERDADERO Y OTRAS POSIBILIDADES
DE SER Y
DE CONVIVIR Y DE
ESXISTIR….
MARCEL
SOCIALISMO REAL Y VERDADERO Y OTRAS FORMAS DE DEMOCRACIA:
ALGUNAS
FORMULACIONES DE CÓMO PODER LOGRAR Y HACER POSIBLE LA DEMOCRACIA EN MI OPINION UNA DEMOCRACIA MAS
REAL, MAS AJUSTADA A LAS POSIBILIDADES, MENOS DIRIGIDA A DEDO Y COMO
CONSECUENCIA QUIZAS ; MAS VERDADERA:
DEMOCRACIA : TERMINO
REFERIDO PARA DESIGNAR A UNA DE LAS FORMAS DE GOBIERNO EN QUE PUEDE EJERCERSE
EL PODER POLITICO DEL Y PARA EL PUEBLO .
SISTEMA POLITICO QUE DEFIENDE LA SOBERANIA DEL PUEBLO Y
EL DERECHO DEL PUEBLO A ELEGIR Y CONTROLAR A SUS GOBERNANTES…
Mucho se ha hablado de las formas y gobiernos democráticos y de
los gobiernos dictatoriales y de
los gobiernos autoritarios y de los teocráticos, en fin de millones de formas
y de palabras para designarlos, la realidad es
que cada uno defiende su democracia así llamada a
su imagen y semejanza y cada uno dice ser el dueño de esta verdad cuando en realidad nadie es poseedor
de ese derecho , por las insuficiencia del sistema en sus múltiples
formas de aplicaciones.
Hemos tratado de
pensar en el tema y como llegar a formas algo mejoradas desde
mis puntos de vistas por
supuesto y algo más racional para
que esta sea manifestada dentro del
llamado socialismo real y verdadero…Es una verdad mas y quizás una verdad que
nos acerque algo más a las justicia
social y a los llamados que se nos hace para ejercer el poder político del y
para el pueblo.
Dentro de este complejo tema hemos
deseado solo por ahora abarcar las
formas de elección de
sus líderes políticos para que
estos ejerzan con mayor democracia su
mandato:
Partimos de una sociedad
fragmentada y dividida en sectores y regiones que le hemos llamado:
1.- Consejos Populares o
Comunas
2.-Consejos Municipales
3.- Consejos Provinciales
4.- Consejos Nacionales
5.- Presidente de la República
Partimos de que los miembros,
capacidad y derecho para ser elegidos en cada uno de estas instituciones deberán ser ratificados en cada instancia desde la base (Consejo Populares o
Comunas), hasta la instancia
Presidencialista de la República…
Partimos que para ser elegido Presidente de los Consejos Populares o Comunas se necesita además de todas las condiciones
físico morales socialistas y de
convivencia por no menos de 2
años en su propio territorio y de ser nacionalizado por nacimiento ..TENER AL MENOS 24 AÑOS DE EDAD...
Partimos que solamente
podrá ser elegido para este mandato por
un periodo de 5 años en dos ocasiones
consecutivas hasta llegar a la edad máxima de 34 años de edad…Partimos además que
podrán postularse para este cargo
todos los ciudadanos que cumplan con
estos requisitos…La elección será efectuada por
voto directo y secreto de la población del Consejo Popular o Comuna…
Partimos que para ser
elegible como Presidente del Consejo Municipal, se deberá tener como
mínimo la edad de 34 años de
edad, y además de cumplir todos los requisitos de haber sido
con anterioridad Presidente de Un Consejo Popular o Comuna con resultados muy
favorables que se lo acrediten su doble elección anterior…. Y una conducta social acorde a los postulados de la democracia socialista…Podrán
postularse como Presidente del Consejo
Popular Municipal al menos la mitad de
los Presidentes elegidos en dos
ocasiones como Presidente de los Consejos Popular o Comuna de dicho
Consejo Municipal… y que fueron propuesto y elegidos a su vez como nuevos
miembros del Consejo Municipal…
Partimos que solamente
podrán ser elegibles para este mandato como Presidente del Consejo Municipal,
por un periodo de 5 años en dos ocasiones consecutivas hasta llegar a la edad de 44 años como máximo… Como dijimos
con anterioridad solo la mitad de
los Presidentes de los Consejos
Populares o Comunas podrán formar parte
de las candidaturas( O sea Un Consejo
Municipal con 18 Consejos Populares o Comunas presentara la candidatura de solo 8 Presidentes que serán elegidos por
votaciones directa y secreta por los
miembros del Consejo Municipal)La
elección del nuevo Presidente del Consejo Municipal será efectuada
posteriormente a la presentación del
programa de gobierno de cada candidato a través de votación directa y secreta de los miembros
del Nuevo Consejo Municipal del cual ya el elegible formaría parte…
ELECCIONES PROVINCIALES…Partimos que para ser
Miembros del Consejo Provincial:
Partimos que para ser
elegible como Presidente del Consejo PROVINCIAL, se deberá tener como
mínimo la edad de 44 años de
edad, y además de cumplir todos los requisitos de haber sido
con anterioridad Presidente de Un Consejo MUNICIPAL con resultados muy
favorables que se lo acrediten su doble elección anterior…. Y
una conducta social acorde a los postulados de la democracia socialista…Podrán
postularse como Presidente del Consejo
Popular PROVINCIAL al menos la mitad de
los Presidentes elegidos en dos
ocasiones como Presidente de los Consejos MUNICIPALES de dicho Consejo
PROVINCIAL… y que fueron propuesto y elegidos a su vez como nuevos miembros del
Consejo PROVINCIAL…
Partimos que solamente
podrán ser elegibles para este mandato como Presidente del Consejo PROVINCIAL,
por un periodo de 5 años en dos ocasiones consecutivas hasta llegar a la edad de 54 años como máximo… Como dijimos
con anterioridad solo la mitad de
los Presidentes de los Consejos
PROVINCIALES, podrán formar parte de
las candidaturas ( O sea Un Consejo PROVINCIAL
con 18 Consejos MUNICIPALES ,presentara
la candidatura de solo 9 Presidentes que serán elegidos por
votaciones directa y secreta por los
miembros del Consejo Municipal)…La
Elección del nuevo Presidente del Consejo PROVINCIAL, será efectuada posteriormente
a la presentación del programa de gobierno de
cada candidato a través de
votación directa y secreta de los miembros del Nuevo Consejo PROVINCIAL
Y del cual ya el elegible formaría
parte…
ELECCIONES NACIONALES:
Partimos que para ser
elegible como Presidente del Consejo NACIONAL O ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER
POPULAR , se deberá tener como mínimo la
edad de 54 años de edad, y además
de cumplir todos los requisitos de haber
sido con anterioridad Presidente de Un Consejo PROVINCIAL, con resultados muy
favorables que se lo acrediten su doble elección anterior…. Y
una conducta social acorde a los postulados de la democracia socialista…Podrán
postularse como Presidente del Consejo
Popular NACIONAL O ASAMBLEA
NACIONAL DEL PODER POPULAR al menos la mitad de los Presidentes elegidos
en dos ocasiones como Presidente de los
Consejos PROVINCIALES de dicho Consejo NACIONAL O ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR…
y que fueron propuesto y elegidos a su vez como nuevos miembros del Consejo
NACIONAL O ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR…
Partimos que solamente
podrán ser elegibles para este mandato como Presidente del Consejo NACIONAL,
por un periodo de 5 años en dos ocasiones consecutivas hasta llegar a la edad de 64 años como máximo… Como dijimos
con anterioridad solo la mitad de
los Presidentes de los Consejos
PROVINCIALES, podrán formar parte de las candidaturas ( O sea Un Consejo NACIONAL O
ASAMBLE NACIONAL DEL PODER POPULAR con 16 Consejos PROVINCIALES ,presentara la
candidatura de solo 8 Presidentes
que serán elegidos por votaciones directa y secreta por los miembros
del Consejo NACIONAL O ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR )…La Elección
del nuevo Presidente del Consejo NACIONAL O ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR
, será Efectuada posteriormente a la
presentación del programa de
gobierno de cada candidato a
través de votación directa y secreta de
los miembros del Nuevo Consejo NACIONAL O ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR Y del cual ya el elegible formaría parte…
ELECCIONES NACIONALES PRESIDENTE DE LA REPUBLICA:
Partimos que para ser
elegible como Presidente De la República , se deberá tener como
mínimo la edad de 54 años de
edad, y además de cumplir todos los requisitos de haber sido
con anterioridad Presidente de Un Consejo PROVINCIAL, con resultados muy
favorables que se lo acrediten su doble elección anterior…. Y
una conducta social acorde a los postulados de la democracia socialista…Podrán
postularse como Presidente de la
república al menos la mitad de los Presidentes
elegidos en dos ocasiones como
Presidente de los Consejos PROVINCIALES de dicha ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR…
y que fueron propuesto y elegidos a su vez como nuevos miembros del Consejo
NACIONAL O ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR…
Partimos que solamente
podrán ser elegibles para este mandato como Presidente de LA REPUBLICA , por un periodo de 5 años en dos ocasiones
consecutivas hasta llegar a la edad de
64 años como máximo… Como dijimos con anterioridad solo la mitad de los Presidentes de los Consejos PROVINCIALES, podrán formar parte de las candidaturas. La otra mitad de las posibles
Candidaturas serán elegibles por la Comisión Electoral oídos los
criterios políticos de los
partidos ( O sea UNA ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR con 16 Consejos PROVINCIALES o ASAMBLEAS PROVINCIALES ,presentara la candidatura de solo 4 Presidentes DE LA REPUBLICA que serán elegidos por
votaciones directa y secreta por los
miembros de LA ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR Y 4 candidatos a Presidentes de la República POR
LA PROPUESTA DE LA COMISION ELECTORAL DE
CANDIDATURA, OIDOS LOS PARECES DE LAS ENTIDADES POLITICAS ))…La Elección del nuevo Presidente de la República de estas
ocho imaginarias Candidaturas , , será Efectuada posteriormente a
la presentación del programa de gobierno de
cada candidato a través de
votación directa y secreta de los miembros del Nuevo Consejo NACIONAL O
ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR Y
del cual ya LOS ELEGIBLES formaría
parte…DE IGUAL FORMA SE EFECTUARIA LA
ELECCION DEL Vicepresidente de la
República y de su selección a
través de los nuevos
8 Candidatos a ser elegibles ( 4
de estos por la vía
directa y los otros
4 por la vía de consulta
con la entidades políticas.)
Muchas otras formas habría sin dudas para hacer democracia
pero la elección del Presidente y del Vicepresidente de la república ,deberá
ser la labor final dentro de la cual
existirán propuestas políticas y
propuestas de la materialización
del trabajo realizado y de los resultados esperados a través de
los diferentes programas de
gobierno que cada uno presentara y
se comprometerá con el mismo de forma
que su incumplimiento sería
objeto de su democión del
cargo del forma anticipada…
ESTAS SON
SOLO IDEAS SOBRE DEMOCRACIA Y SUS POSIBILIDADES… MAS ABAJO ENCONTRARA
ALGUNOS PLANTEAMIENTOS DE JOSE MARTI Y
TAMBIEN ALGUNOS CONCEPTOS SOBRE EL SOCIALISMO REAL Y
VERDADERO...
MARCEL MENENDEZ DE LA TORRE
25 DE JUNIO DEL AÑO 2020
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¿QUE ES SOCIALISMO REAL Y VERDADERO?
A que llamamos Socialismo real y verdadero; en el mundo actual existen
tantas izquierdas o llamadas izquierdas que llega un momento en que todos
estamos totalmente confundido con las nomenclaturas , entonces
resulta necesario definir el termino
de Socialismo y a nuestro parecer hoy ya CASI, no se habla de lo que Carlos Marx y Federico Engels
estuvieron tratando ni tan siquiera los conceptos
doctrinarios de Lenin...Así por ejemplo tenemos el Socialismo del Siglo XXI en Venezuela ,
tenemos los Socialismo de Nuevo Tipo de China , tenemos el Socialismo
de Vietnam , tenemos el
movimiento para el Socialismo de Bolivia
, tenemos el Socialismo de Cuba , tenemos el capitalismo de la Rusia con
enfoque social democrático y justicia en la distribución y muchos otros y en
cada País que se pretende
hablar y hacer justicia social y
trabajar por el bienestar de la
sociedad y trabajar por una mayor igualdad social y democrática,
entonces cada uno con sus características se llaman socialistas a su imagen y semejanza...Para nosotros todos
son validos o pueden ser; siempre y
cuando se cumplan estos principios y preceptos:
1.- Ponen al hombre y los humildes,
como ente social y centro de los
problemas a resolver
2.- Niegan el altar al dios dinero y poner en su lugar la conciencia de los hombres.
3.-Niegan la explotación del hombre por el hombre.
4.-Luchan por la igualdad social y los derechos individuales.
5.-Tienen como premisas la libertad, la igualdad y la fraternidad entre los
hombres.
6.-Se basan en el papel del Estado Socialista y en la economía planificada
sin imposiciones, descentralizando la toma de decisiones a niveles
empresariales y territoriales.
7.-Logran confraternizar los intereses individuales con los intereses globales o sociales, no anteponiendo ninguno sobre el
otro y buscando conceso y armonía.
8.- Basan su ideología en la equidad y la transparencia de todas sus cuentas y decisiones y en la democracia participativa de forma
de consultas permanentes y efectivas.
9.-Luchan contra la corrupción, el autoritarismo y otros vicios del capital.
10.- Se basan en que lo que no es
eficiente, no es socialista …Hay muchas cosas en Este Mundo y en
nuestros alrededores que no son “Socialistas” aunque se hagan llamar así.
Estos preceptos son los que diferencian a los hombres realmente
socialistas y de izquierda y los
que defiende el capital
financiero e industrial.
Partiendo de estos conceptos entonces la iniciativa privada podrá
manifestarse dentro del socialismo
sin contradicciones, pues se
aprovecharían todos los principios socialistas verdaderos de dirección.
Y se lograría una administración a prueba
de errores propios
del capitalismo financiero e industrial…
MARCEL MENENDEZ DE LA TORRE
www.marcelljobs.blogspot.com
“LAS PYMES Y EL SOCIALISMO REAL Y VERDADERO”
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JOSE MARTI CONTRA EL ANEXIONISMO Y LA TRAICION
DE: LUIS TOLEDO SANDE ,
PUBLICADO EN BOHEMIA Y CUBADEBATE
SINTESIS REALIZADA POR MI:
1.- Hay cosas que, aunque
sabidas, parece necesario repetir sin cansancio, para restar asideros a quienes
prefieren ignorarlas. Los “ciegos y desleales” que José Martí repudió en su
tiempo tienen continuadores hoy, y quién sabe hasta cuándo. Las evidencias no
sugieren ingenuidad.
2.- En 1871 –contaba 18 años– Martí señaló diferencias básicas entre Cuba y
los Estados Unidos. En el cuaderno de apuntes numerado 1 en sus Obras
completas, y ubicado en los inicios de su primer destierro español (1871-1874),
escribió: “Los norteamericanos posponen a la utilidad el sentimiento.–Nosotros
posponemos al sentimiento la utilidad”.
Se refiere a diferencias de composición, y añade: “si ellos vendían mientras
nosotros llorábamos, si nosotros reemplazamos su cabeza fría y calculadora por
nuestra cabeza imaginativa, y su corazón de algodón y de buques por un corazón
tan especial, tan sensible, tan nuevo que solo puede llamarse corazón cubano,
¿cómo queréis que nosotros nos legislemos por las leyes con que ellos se
legislan?”.
3.- Solo por extrema
desprevención cabría subvalorar el aserto “ellos vendían mientras nosotros
llorábamos”, que recuerda una realidad: los Estados Unidos siguieron vendiendo
pertrechos a España y desconocieron el derecho del pueblo cubano a la independencia
por la cual se había alzado en armas en 1868.
4.- Contraponiéndola con
la estadounidense, Martí plantea: “Nuestra vida no se asemeja a la suya, ni
debe en muchos puntos asemejarse”, y poco después agrega, con aleccionadora
actualidad incluso para empeños revolucionarios de lograr eficiencia económica:
las leyes implantadas en ese país le han dado “alto grado de prosperidad, y lo
han elevado también al más alto grado de corrupción. Lo han metalificado para
hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa!”.
5.- Con esa luz crecerá
su pensamiento, y combatirá las falacias anexionistas desde dentro de aquella
nación, donde vivió cerca de 15 años, durante los cuales caló en su estructura:
“Viví en el monstruo y le conozco las entrañas, y mi honda es la de David”,
escribirá en su carta póstuma a Manuel Mercado.
6.- Y aún hay otro peligro mayor, mayor tal vez que todos los
demás peligros. En Cuba ha habido siempre un grupo importante de hombres
cautelosos, bastante soberbios para abominar la dominación española, pero
bastante tímidos para no exponer su bienestar personal en combatirla”.
A tal “clase de hombres”, como la llama, la define de este
modo: “Todos los tímidos, todos los irresolutos, todos los observadores
ligeros, todos los apegados a la riqueza, tienen tentaciones marcadas de apoyar
esta solución, que creen poco costosa y fácil. Así halagan su conciencia de
patriotas, y su miedo de serlo verdaderamente. Pero como esa es la naturaleza
humana, no hemos de ver con desdén estoico sus tentaciones, sino de atajarlas”.
7.- ¿A quién se vuelve Cuba, en
el instante definitivo, y ya cercano, de que pierda todas las nuevas esperanzas
que el término de la guerra, las promesas de España, y la política de los
liberales le han hecho concebir? Se vuelve a todos los que le hablan de una
solución fuera de España”.
8.- En 1882 prevé: “Pero si no está en pie, elocuente y
erguido, moderado, profundo, un partido revolucionario que inspire, por la
cohesión y modestia de sus hombres, y la sensatez de sus propósitos, una
confianza suficiente para acallar el anhelo del país–¿a quién ha de volverse
[Cuba], sino a los hombres del partido anexionista que surgirán entonces? ¿Cómo
evitar que se vayan tras ellos todos los aficionados a una libertad cómoda, que
creen que con esa solución salvan a la par su fortuna y su conciencia? Ese es
el riesgo grave. Por eso es llegada la hora de ponernos en pie”.
9.- “Cuando un pueblo cercano a otro puede verse en ocasión, por el extremo
de su angustia política o por fatalidad económica, de desear unir su suerte a
la nación vecina, debe saber lo que la nación vecina piensa de él, debe
preguntarse si es respetado o despreciado por aquellos a quienes pudiera pensar
en unirse, debe meditar si le conviene favorecer la idea de la unión, caso de
que resulte que su vecino lo desprecia”.
10.- Sabe que hay ilusos a quienes seduce el esplendor material del vecino,
y precisa: “No es lícito ocasionar trastornos en la política de un pueblo, que
es el arte de su conservación y bienestar, con la hostilidad que proviene del
sentimiento alarmado o de la antipatía de raza. Pero es lícito, es un deber,
inquirir si la unión de un pueblo relativamente inerme con un vecino fuerte y
desdeñoso, es útil para su conservación y bienestar”.
11.- Martí, veedor en lo hondo, las refuta rotundamente, y denuncia las
verdaderas intenciones de los gobernantes de aquella nación, que busca ensayar
“en pueblos libres su sistema de colonización”, y reserva un papel todavía más
especialmente triste a los países de nuestra América que, por no haber logrado
aún la independencia, serían presas más fáciles.
12.- “Sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso que lo que
hasta ahora conocemos, y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla, a
la guerra,–para tener pretexto de intervenir en ella, y con el crédito de
mediador y de garantizador, quedarse con ella. Cosa más soberbia no la hay en
los anales de los pueblos libres:–ni maldad más fría”
13.- Tan macabra es la trama, que él se plantea: “¿Morir, para dar pie en
qué levantarse a estas gentes que nos empujan a la muerte para su beneficio?
Valen más nuestras vidas, y es necesario que la Isla sepa a tiempo esto. ¡Y hay
cubanos, cubanos, que sirven, con alardes disimulados de patriotismo, estos
intereses!”. Y concluye: “Vigilar, es lo que nos toca; e ir averiguando quién
está dispuesto a tener piedad de nosotros”. Pero, lejos de sentarse a esperar
por actos piadosos, se afana en reforzar los preparativos para la contienda.
14.- Las previsiones martianas la avalarán la realidad impuesta por la
intervención con que los Estados Unidos frustran la independencia de Cuba y se
adueñan de Puerto Rico. En la primera, donde no pueden obviar la beligerancia
del ejército mambí, se las arreglan para desmovilizarlo; en la segunda, el camino
“pacificador” abonado por el autonomismo facilita el sometimiento colonial que
aún hoy perdura.
Razones hallan quienes estiman que, con su desprecio hacia nuestros pueblos,
el imperio aceptaría la anexión de Puerto Rico, si acaso, únicamente cuando tuviera
la certeza de que su pueblo está dispuesto a tolerar la humillación absoluta.
Pero eso no lo ha conseguido el Norte en más de un siglo.
15.- Tanto le preocupan a Martí
las jugarretas anexionistas que el vocablo anexión le salta a la pluma, en el
espacio de pocas líneas, para referirse indistintamente a la posible alianza
entre la potencia que decae y la emergente, y a la anexión en su más extendido
uso político. Sabe necesario “impedir que en Cuba se abra, por la anexión de
los Imperialistas de allá y los españoles, el camino, que se ha de cegar, y con
nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra
América, al Norte revuelto y brutal que los desprecia”.
16.- Pero el pensamiento vinculado con dicha opción, el anexionismo, sigue abonando
posiciones aliadas del imperio. No es necesario que la anexión se dé para que
el anexionismo sea nocivo.
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NO PRETENDO HUMILLAR A LOS DESIGUALES Y A LOS QUE NUNCA SE CUESTIONAN LAS COSAS DE LOS HUMILDES Y DE LA VIDA SOLO PRETENDO HACER REFLEXIONAR Y SI CON
ESAS REFLEXIONES HEMOS CONQUISTADO A
ALGUNOS PARA LA
CAUSA DE LA HUMANIDAD
Y DE LOS HUMILDES ALGUNOS
QUE AMAN Y CREAN Y NO DESEAN
ESTAR EN EL GRUPO DE LOS QUE ODIAN Y DESTRUYEN ENTONCES HEMOS GANADO TODOS
HEMOS GANADO PARA
LOS HUMILDES HEMOS GANADO PARA
LA HUMANIDAD… SEA DE
ROJO O AZUL SEA, SEA DE IZQUIERDAS LLAMADAS
AHORA ASI O DE DERECHA, SEA ATEO O RELIGIOSO SEA LO QUE SEA…. SEAMOS
HUMANOS Y MAS
HUMANOS COMO NOS
LLAMO A SER EL
PAPA ACTUAL … VIVA LA
HUMANIDAD VIVAN LOS HUMILDES
VIVAN LOS POBRES Y DESPOSEIDOS DEL
MUNDO Y LUCHEMOS , CADA
UNO A NUESTRA MANERA A NUESTRA
FORMA CADA UNO
CON NUESTRAS IDEAS PERO CADA
UNO DENTRO DE
LA HUMILDAD LUCHEMOS CONTRA TODAS Y DIGO TODAS LAS INJUSTICIAS Y TODO LO INCORRECTO SIN MIEDOS,
CONTRA LA CORRUPCION TAMBIEN , CONTRA LA
INEFICIENCIA E INEFICACIA , CONTRA LA
EXPLOTACION DE LOS HOMBRES,
CONTRA LAS NUEVAS FORMAS DE
HACERNOS ESCLAVOS , CONTRA LAS
NEO COLONIAS Y EXPLOTACION DEL CAPITAL Y DE LA
OLIGARQUIA FINANCIERA SOBRE
LOS PUEBLOS HUMILES Y AUN IGNORANTE , CONTRA LOS FAKE
NEWS Y LAS MENTIRAS , CONTRA
LAS GUERRAS Y LAS BASES MILITARES EXTRANJERAS EN EL MUNDO, Y CONTRA EL
DIOS DINERO QUE
NOS ESCLAVIZA… CADA UNO
CON SUS ARMAS Y FORMAS PERO
SIEMPRE CON : HUMILDAD , HUMANIDAD, JUSTICIA Y HONOR…
GRACIAS POR DEDICAR UNOS MINUTOS
MARCEL DE SIEMPRE Y COMO SIEMPRE